Raphael Hoetmer * Los mensajes de Magallanes para el nuevo ministro de Cultura

No conozco a Salvador del Solar y no sé si va a ser un buen ministro. Si bien, no es convencional analizar una película para evaluar la potencial labor de un ministro, hay que hacer una excepción en este caso. Vi Magallanes el año pasado y me quedé profundamente tocado por la experiencia. Sin duda, la película da buenos argumentos para pensar que Del Solar es una excelente elección como nuevo ministro de Cultura, pues la tarea principal de un ministro es orientar la gestión pública hacia una visión de país.

Y Magallanes es una película extraordinaria, de talla mundial, precisamente porque expresa una comprensión profunda de la sociedad contemporánea peruana y por la presentación de una serie de mensajes fundamentales para la construcción de un país más justo. Un tipo de visión tan difícil de encontrar en un Estado tan condicionado por los mantras neoliberales –que están caducos en la mayor parte del mundo–, tan complejo en su funcionamiento, y tan carente de ideas y visiones.

La escena inicial de la película vincula la historia contemporánea del conflicto armado con la instalación de la economía del neoliberalismo y de los emprendedores en el Perú. La protagonista, Celina, quien huyó de la violencia política y sus recuerdos de abuso sexual por parte de miembros del Ejército, migrando a Lima, entra en –literalmente– una iglesia donde se predica el “evangelio de los emprendedores”. Cuando trata de contar sus dificultades actuales de deudas y la precariedad de su vida, encuentra la respuesta de parte del “pastor” emprendedor: “Todo va a estar bien. Confía. Repite conmigo: todo va a estar bien”.

La escena plantea la idea central del neoliberalismo peruano: “Si emprendemos, todo va a estar bien”. Olvidemos el pasado, no miremos las injusticias y desigualdades que definen nuestro país y tengamos fe en el futuro. Frente a ello, la película muestra más bien lo que Rocío Silva Santisteban y Jelke Boestan han llamado el “continuum de la violencia”: que las violencias simplemente se mantienen transformándose entre tiempos de guerra y tiempos de paz.

Mucho más adelante vemos la famosa escena en la que Magaly Solier rechaza el ofrecimiento de dinero para olvidar del pasado y les contesta a los oficiales del Estado en quechua. Como ellos, la mayor parte de la audiencia no entenderá las palabras de Solier, que intencionalmente no fueron traducidas al español. Así se siente más profundamente la digna rabia en las palabras de Celina y nos preguntamos más explícitamente por su significado.

Claramente, Magallanes plantea que el libre mercado y su crecimiento económico no basta para resolver los enormes pendientes históricos de construir una sociedad democrática, justa e intercultural, y que más allá del surgimiento de una nueva clase media, se mantienen violencias y exclusiones hacia quienes históricamente han sido discriminados en el país: las mujeres, los pueblos indígenas y afros, las comunidades campesinas y los sectores de los barrios marginalizados en las ciudades. Frente a ello se necesitan estrategias públicas y comunitarias que busquen forjar una sociedad distinta.

En segundo lugar, las palabras quechuas de Magali Solier dan un mensaje contundente: que no puede haber un “nosotrxs” en el Perú si se mantiene la exclusión de quienes son sus habitantes ancestrales. Perú, de facto, es un país plurinacional, y requiere un Estado que lo reconozca y practique para vivir bien, lo que implica trascender visiones que convierten a la diversidad cultural en materia de museos y folclor, reconociendo las distintas culturas vivas y comunitarias en el Perú.

Y finalmente, Magallanes nace de una reivindicación clara del arte y de la cultura como uno de los caminos de construcción del país que queremos. Plantea la producción cultural como un medio para promover el debate público, generar conciencia, sembrar solidaridad y comprensión, y crear comunidad. Perú está lleno de iniciativas culturales de este tipo, que nacen desde el amor por la gente y por el país, pero que hasta ahora se encuentran totalmente abandonadas por el Estado. En comparación con Colombia, Chile o Argentina, el apoyo al sector de la cultura comunitaria en el Perú resulta patético, desolador y triste.

Magallanes ensaya una visión del país que nuestros ministros de Cultura pocas veces han tenido en el Perú, y que puede garantizar la continuidad de lo avanzado en los últimos años, que es poco en comparación con los desafíos en adelante. Pero claro, las buenas intenciones y una visión del país no garantizan una buena gestión, y es cierto que cualquier ministro de Cultura se mueve en una correlación de fuerzas adversas, dentro de un modelo económico que entiende a la cultura como una mercancía más. Armar un equipo de calidad en la gestión pública y en el juego político va a ser fundamental para que un ministerio pequeño pueda tener los resultados esperados.

Sin embargo, a mi juicio, el principal desafío es que Del Solar se mantenga firme en las perspectivas que su magistral obra plantea. Le costará conflictos con otros sectores en el Gobierno y la sociedad, y probablemente con el Fujimorismo (sin duda, hay pocos hinchas de Magallanes ahí), y probablemente su cargo en algún momento, pero implicaría una defensa necesaria de la cultura como bien público y comunitario, como derecho de los pueblos y de la gente, y como medio de transformación social.

Raphael Hoetmer

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