Gina Vargas * Giro conservador y desafíos para el Perú y América Latina. Encrucijada civilizatoria en un contexto de cambio de época. (Reflexiones en proceso)

I. Panorama global: Crisis civilizatoria

Es ya evidente que en los inicios del siglo XXI vivimos un momento histórico excepcional en América Latina y a nivel global. Momento excepcional e incierto. Como humanidad, estamos enfrentados a  múltiples y simultáneas crisis que para muchas y muchos, expresa la gestación de una crisis de carácter civilizatorio,  porque pone en cuestión los fundamentos mismos de la actual hegemonía, sustentada en un patrón de acumulación y un tipo de desarrollo  “sin fin”, que consagra  formas de vida inviables no solo para el conjunto de la humanidad sino para la sobrevivencia misma del planeta.

No es cualquier crisis: es la crisis de un modo de vida, con todo lo que incluye, con sus formas de economía, política, ecología, ética, conocimiento, subjetividad. “Es una crisis de la modernidad capitalista que ha sido el patrón civilizatorio dominante por más de 500 años”.  Es  también una crisis epistémica, sobre la forma de conocer, sobre como interrogar la realidad. Y  ello está teniendo tremendo impacto en los imaginarios y las prácticas de los actores y actoras sociales, alimentando la posibilidad, en el horizonte, de  apelar a la construcción de “otros mundos posibles”, como propuso desde sus inicios el Foro Social Mundial. O como propuso desde su inicio la revolución zapatista, “un mundo donde quepan muchos mundos”.

Hay diferentes miradas sobre este momento histórico.

Para algunxs expresa un ciclo de 100 años que llega a su fin, desde la implantación de la revolución industrial hasta los dramáticos cambios a una sociedad informatizada y tecnificada, con otras formas de trabajo y de explotación, y también de realización. Somos testigxs de un momento histórico por los dramáticos cambios que contiene.

Para otros, como Immanuel Wallerstein[1] estamos viviendo una crisis estructural del sistema mundo moderno, que comenzó alrededor de los años 70 y durara otros 20-40 años…. Para él, el sistema capitalista como tal ha entrado en una fase de declive inevitable. Esto quiere decir que no existe ninguna politica gubernamental que pueda restablecer el funcionamiento del capitalismo como sistema viable.

Para otros más, como Laurence Cox[2], sociólogo irlandés, la pregunta principal no es si el neoliberalismo está terminando, pues estos proyectos hegemónicos tienen generalmente una vida corta (pensada en términos macro), inducida por la decreciente habilidad de responder a los intereses de los miembros claves que sustentan sus alianzas. La pregunta real es mas sobre cuánto más daño hará el neoliberalismo en su proceso de agonía y  muerte prolongada, y aun más importante con quién y cómo puede ser reemplazado.

Una idea interesante, levantada por los zapatistas y recreada por Raúl Zibechi[3] es la de Colapso. En esta reflexión, el definir el momento actual como crisis no alcanza para nombrar lo que estamos empezando a vivir  y a sufrir, no es interrupción del orden existente  en un periodo más o menos acotado y, que luego de un tiempo, se vuelve todo a reacomodar. Lo que se está viviendo, el pasar de un mundo unipolar a uno multipolar, de un mundo capitalista a un poscapitalista, en un contexto de caos y destrucción climática, sin energías renovables,  etc., no tiene nombre conocido. Los zapatistas proponen analizar todos estos fenómenos como “colapso del sistema”, relacionada con la crisis del capitalismo pero no reducida a ella, ya que  el grado de complejidad es mucho mayor, la concentración de poder mucho más grande…. Y ello implica un horizonte de luchas mucho más complejo también. Utilizando la imagen de la hidra, el capitalismo de mil cabezas, estratégicamente es claro que no basta derrotar una, porque crece de nuevo o es llenada por la arremetida de las otras… o sea, al capitalismo no se lo derrota de un solo golpe, ni en tiempo breve. Frente al colapso de lo existente es urgente alimentar  un cambio de paradigma civilizatorio y el surgimiento de otros parámetros en las formas de organizar, de pensar, de percibirnos a nosotros y nosotras mismas

Los hechos más saltantes de esta ofensiva de radicalismo neoliberal que pretende recuperar lo perdido – o evitar el colapso – se expresa en disputas crecientes de las fuerzas neoliberales por  afianzar su  capacidad politica,  para recapturar el control político del aparato del estado (Emilio Tadei[4]).  A partir de la crisis del 2008, en los países del norte,  dice Emilio, hay intentos de  transferencia de los costos hacia el sur, buscando la desaceleración económica y erosión relativa de expectativas sociales para lo cual se buscó potenciar a las clases dominantes locales para avanzar y reganar el poder del estado, lograr recortes drásticos del gasto público, facilitar la reconcentración de la riqueza. Ello se traduce tanto en las agendas de las derechas que hoy llegan al poder como en los golpes de estado “blancos” que hemos experimentado en los últimos años en la región.

La elección de Trump refleja y consagra una tendencia general que se está dando en la dinámica internacional: el enorme avance de proyectos políticos, sociales y culturales conservadores sustentados en el racismo, xenofobia, homofobia, intolerancia en general. Es una propuesta de naturaleza fascista cuya expresión más brutal es el rechazo a lxs inmigrantes y desplazados de las guerras y el terror.  Ha habido también una clara modificación de la escena politica, donde Trump es solo una – quizá la más vocal en el odio racial y mezquindad económica –  de sus manifestaciones. Está también Brexit en Europa, junto con la crisis de la Unión Europea. Y están los evidentes cambios geopolíticos,  con China, Rusia, Oriente Medio. La creciente conflictividad en Turquía, en Indochina, ambas semidictaduras, confrontando también a Estados Unidos. Y un recrudecimiento del terrorismo islámico.

Nunca además ha habido, como ahora,  tantos desastres humanitarios, producto de las guerras internas, entre países, y amenazas nucleares (en 2015, ha habido 65 millones de migrantes, desplazados, sin sitio donde llegar).  Ni ha habido tantos desastres naturales frente a la impunidad de las dinámicas capitalistas y la indiferencia de los gobiernos en relación al cambio climático, que ya  ha afectado, como sostienen lxs ecologistas,  a todos los sistemas terrestres, de agua dulce y marinos y a las especies que habitan el planeta.

Es evidente, como señalan las economistas feministas,  que la crisis actual del capitalismo muestra la imposibilidad de este sistema para generar vidas vivibles.

Ahora bien, en este incierto panorama, otra dimensión central del neoliberalismo  es  el de ser un proyecto político cultural, con consecuencias económicas. Es un proyecto de sociedad que busca la transformación radical del tejido social en sí mismo, al servicio de un proyecto hegemónico,  de control económico y afianzamiento político-cultural con valores individualistas, hacia la sociedad de consumo, donde la ciudadanía se valora por su acceso al mercado y no por el reconocimiento de derechos a una vida vivible.   Frente a ello,  muchas de las respuestas de diversos movimientos sociales ha sido el generar  significativos núcleos de resistencia que son, potencialmente, contrahegemónicos.  Ha habido reacciones y enormes e inesperadas movilizaciones. América del Norte, África del Norte, Medio Oriente, Europa, con los Occupa, los Indignados, la Primavera Árabe, Black Lives Matters, etc. Algunos han sido  momentáneamente vencidos por la fuerza del poder neoliberal y patriarcal.

Ello nos evidencia que la dimensión contracultural es un terreno crucial de lucha para todos los movimientos, especialmente los movimientos  que buscan tener capacidad  de movilización y propuestas transgresoras de cambio.

Porque esta es, indudablemente,  una lucha por una nueva hegemonía capaz de expresar las nuevas fuerzas y coordenadas de cambio. Es uno de esos momentos que Antonio Gramsci llamó certeramente  de interregno: un intermedio, desconcertante e incierto, entre lo que ya fue y lo que  aun no termina de llegar.  Y lo que ya fue se expresa – para poder seguir siendo – de una manera brutal: oscurantismos, violencia, fundamentalismos, violación de derechos humanos, feminicidios. Todos síntomas mórbidos, del avance despiadado para recuperar lo perdido.

II.  America Latina

Nuestra región no es para nada ajena a estos procesos. Sus impactos han sido potentes. Este giro conservador  busca  la recuperación del tiempo perdido como diría Proust. Recuperación que implica eliminación de derechos  de las personas, de la naturaleza. Lo que se facilita por la radicalidad con que se aplica hoy el paradigma neoliberal [5] y su lógica extractivista,  de acumulación por desposesión de tierras, cuerpos, territorios,  propiciando medidas que otorgan a las empresas más recursos y control de los flujos comerciales regionales y globales[6]. Existen canales débiles de  transparencia y rendición de cuentas y sin la adecuación necesaria al marco internacional de derechos; sin confrontar la amenaza del cambio climático…

Otras características de la región ahondan esta incierta dinámica: un avance alarmante de la corrupción, un desprestigio creciente de la clase política. La existencia de  procesos de interrupción arbitraria de los mandatos de presidentes electos, utilizando medidas y recursos democráticos para acciones profundamente antidemocráticas, (como sucedió en 2009 en Honduras, en 2012  en Paraguay y ahora, en 2016 en Brasil),    complejizan el panorama.  Hay una violación flagrante de  los principios democráticos y constitucionales del estado laico, debilitando la cultura secular, al fortalecer fundamentalismos religiosos, la misoginia, la homofobia, el conservadurismo en general y el relativo a los cuerpos de las mujeres en particular, especialmente sus derechos sexuales, sus derechos reproductivos y su derecho a decidir.

Junto con estas dramáticas características, ha habido una extensión- profundización de la criminalización de la protesta de las organizaciones feministas y de diversidad sexual, la represión y asesinato de los y las defensoras de derechos humanos  y de las poblaciones campesinas e indígenas que luchas en contra del extractivismo y por la defensa de los territorios, como el caso de Máxima Acuña en Perú. Y el escandaloso asesinato, aunque no el único, de Bertha Cáceres, en Honduras, cuyo crimen sigue en total impunidad.

En estas circunstancias, es increíble que sea la CEPAL la que anuncie muy claramente en sus últimas conferencias intergubernamentales que no es posible pretender ningún cambio en los próximos años (refiriéndose a la agenda 2030 cuyo cumplimiento ha sido asumido como compromisos gubernamentales), si no hay un cambio de modelo, poniendo como  imprescindible el adoptar un cambio en el estilo de desarrollo y en las políticas económicas, industriales, sociales y ambientales.

Todo ello es expresión de la existencia de democracias “de baja intensidad” en la región

Gobiernos progresistas – la ola rosa[7]

La ola conservadora llego a América latina, estimulando propuestas directamente neoliberales,  que impactaron también a los gobiernos progresistas. ¿Una fatiga del poder?

En un reciente taller en el Foro Social Mundial de Quebec, escuché la pregunta  de Pablo Solón, en relación a estos gobiernos [8]  (ex ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Evo Morales y presidente de la COP 19), ¿Qué ha pasado? ¿Cómo llegamos hasta aquí?

No hay respuesta fácil.  Para muchxs, como Maristella Svampa[9], es un fin de ciclo, un ciclo de bonanza económica, con altos precios de las materias primas exportadas especialmente petróleo y minerales que favorecieron las políticas de redistribución de los gobiernos; al cerrarse el ciclo, se impulsaron  medidas “correctivas” poniendo más confianza en la gestión progresista del capitalismo que en la movilización. Ella se pregunta también  qué tipo  de hegemonía han construido estos gobiernos, en esta tensión insoslayable entre lo democrático y lo no democrático, entre una concepción plural y otra organicista de la democracia, entre la inclusión de las demandas y la cancelación de las diferencias?

Para otros, como Gudynas,[10] no es fin de ciclo sino agotamiento que  expresaría  en el debilitamiento  de  la reflexión teórica que los sostenía, en la pérdida de sus  capacidades de innovación, y en la tremenda dificultad de responder frente a las nuevas circunstancias.

Para algunos más,  esta es una crisis de un estilo de hacer política, que dimensiones valoramos, que priorizamos, que tipo  de democracia queremos construir, sin seguidismos, ni solidaridades primarias ni menos disculpas a los errores democráticos de unos y no de todos los que la violan. Edgardo Lander es claro en esto[11]: en una reciente entrevista, advierte el peligro de que la izquierda latinoamericana le dé un apoyo incondicional a Venezuela; señala el debilitamiento acelerado del tejido social logrado en el periodo de Chávez así como la forma en que el gobierno está cediendo a las trasnacionales mineras, nada menos que 122,000 km cuadrados de territorio ecológico, donde habitan 12 pueblos indígenas. Hoy, con el golpe de Estado de Maduro contra la Asamblea venezolana, queda por desgracia claramente expresando la politica autoritaria  que esta experiencia contiene y que no tiene nada que ver con mi horizonte democrático.

Es cierto que los gobiernos izquierda/progresismos han contribuido a atender las formas más tenaces de injusticia, a redistribuir la riqueza, a avanzar reformas políticas y económicas, a visibilizar nuevos sujetos políticos, a ampliar ciudadanía. Muchos son logros para nada desdeñables.

Sin embargo, muchas de las experiencias de estos gobiernos  no han sido  ni suficientemente inclusivas, ni suficientemente democráticas, ni suficientemente sensibles como para que no sigan repitiendo algunas de las falacias y autoritarismos de su historia.

III.   A nivel de la dinámicas movimientistas – Las disputas insurgentes.

Es interesante cómo Laurence Cox,[12] coloca lo que él considera el signo de los tiempos que se cierran y  que expresan el debilitamiento del neoliberalismo: La expansión y alianzas de los movimientos populares contra el neoliberalismo, desde los zapatistas hasta hoy.

Es evidente que los movimientos étnico-raciales se aceleran  y densifican en los últimos 20 años,  proceso en el cual la revolución zapatista del 1994 – con su consigna de “mandar obedeciendo”  –  marca un hito. Se multiplican las movilizaciones indígenas en la zona andina, en Centro América, en Cono sur. Se elige el primer presidente campesino-indígena en Bolivia; dos países proponen la refundación del Estado, asumiendo un carácter plurinacional (Ecuador, Bolivia). Pero no solo: hay una expansión de múltiples formas de lucha trayendo un nuevo ciclo de conflictividad social en la región, desde movimientos ecologistas,  feministas, antirracistas,  movimientos de los sin tierra, sin techo, sin agua,  movimientos   afrolatinos, movimientos de disidencia sexual,   que posicionan la ambigüedad sexual como propia de la conducta humana;  son luchas también contra  la ofensiva extractivista, contra el sistema privado de las jubilaciones, movilizaciones estudiantiles y de jóvenes por mejor educación y mejores condiciones de trabajo (Ley Pulpìn en Perú), contra la guerra y afirmación de una paz desde parámetros democráticos (Colombia). También se expresa en la enorme visibilidad de luchas contra la violencia hacia la Mujer: Ni Una Menos, el Paro de mujeres y,  antes de eso, en afirmación de la rebeldía: la Marcha de las putas,   la Alfombra roja, etc. Son luchas  con contenidos anticapitalistas, antirracistas, de defensa del medio ambiente, de rechazo a lógicas productivistas depredadoras y rechazo a un modelo de sexualidad y deseo impuesto y no elegido. Son luchas también por democratizar la vida cotidiana

En todo este proceso se crean nuevas subjetividades que contienen y ofrecen, como dice Rita Segato[13] la posibilidad de otra era en la politica, no ya colocando lo domestico en lo político sino el camino opuesto: «domesticar la política», desburocratizarla, humanizarla,  desde una domesticidad  repolitizada.

Todo ello ha significado una revolución subjetiva, simbólica, cultural y epistemológica. La insurgencia traída por el Foro Social Mundial a inicios del siglo XXI, primero en Brasil y extendido hoy a las diferentes regiones del mundo aporta a este proceso de movilización e interconexión.

Es evidentemente un proceso complejo e incierto. Por eso  el Foro Social de Porto Alegre realizado este año tuvo como orientación ser un Foro Social de las Resistencias,  presentándolo justamente como una iniciativa global contra el conservadurismo, la xenofobia,  la intolerancia

IV. Hacia donde?

Cómo podemos contestar a la pregunta de Laurence Cox sobre con quienes, y cómo con quiénes y cómo puede ser reemplazado el capitalismo? Con qué instrumentos y estrategias políticas–organizativas podemos entrar a la disputa de la hegemonía cultural-contracultural?

Algunas pistas nos la ofrece el análisis de Intercoll[14]  

La reestructuración de los vínculos entre partidos y movimientos a fin de que los movimientos estén en el centro del proceso de producción politica.

La articulación entre diversas estrategias donde la cuestión de poder político, sin excluirlo, se convierte en un componente de una perspectiva de transformación a largo plazo, que debe incluir las transformaciones de las relaciones sociales y la cultura

La renovación de las fuerzas de cambio; nuevos  horizontes de las izquierdas: democracia, autonomía, pluralismo, interseccionalidad en vez del ya gastado centralismo democrático.

Cambio de la noción y contenido y orientación de los estados-nación.

Y esta última dimensión es clave. Porque quien define la nación? quien la definió hasta ahora?  En América Latina de la nación quedó excluida la diversidad. Fue una propuesta de  unicidad y homogeneización a costa de exclusión, violencia… o guerras para delimitar el espacio…. En este esquema siempre hay mayorías y minorías dice Judith Butler[15] – la heterogeneidad es la que debería primar.  Los estados plurinacionales pueden ser vistos como solución?  Sin duda, como horizonte de cambio y como proceso. Habría que estar atentxs a ver como lo están – o no-  logrando en los países que han adoptado esta caracterización…

Que nos compete como sociedad civil  (desde mi activismo feminista)

Una pregunta central levantada por los movimientos feministas para buscar respuesta a estos interrogantes es si una mayor igualdad de género en los procesos de desarrollo es realmente más favorable a las mujeres? Tenemos muchas experiencias que nos alertan que este proceso no es ni automático ni necesariamente benéfico en sí mismo para las mujeres y para la democracia[16].  La experiencia nos está enseñando que solo abordando las interrelaciones de los múltiples sistemas de poder – patriarcal, capitalista, colonial – y su impacto en las vidas de las personas, solo viendo las interseccionalidades entre todas estas dimensiones jerárquicas, excluyentes y antidemocráticas, sólo asumiendo una visión  que confronte las condiciones estructurales de su exclusión, es que estos procesos pueden ser favorables a la democracia, a las mujeres y a los hombre en la región y a nivel global.

Hoy como antes, y como tarea de futuro, el rol de la sociedad  civil y en ella de los movimientos sociales es indudablemente evitar el riesgo de retroceso, alertar, argumentar, proponer, presionar, producir conocimientos, asegurar armonización, movilizar opinión democrática, organizar resistencia.

Para ello, la ampliación de las agendas es clave, justamente para atacar la hidra de mil cabezas desde miles lugares y estrategias, alimentándose entre sí.  Es decir, las luchas feministas no pueden ser solo de las feministas, como tampoco otras dimensiones impostergables pueden ser sólo de los sujetos que las viven cotidianamente. Estas luchas intersectadas forman los núcleos de disputa democrática más fuertes: la agenda de los derechos sexuales y los derechos reproductivos, del derecho a decidir, un estado laico que rompa la tutela religiosa sobre los cuerpos de las mujeres, políticas efectivas frente a la creciente violencia contra ellas. Junto con las luchas contra el racismo, por los derechos de la niñez, de la juventud, de la vejez, de las poblaciones afrodescendientes e indígenas, en contra del extractivismo, en defensa de los territorios, por la autonomía personal y colectiva, por la autodeterminación de los pueblos. Luchas que no solo exigen reconocimiento sino defensa de diversos modos de vida y visiones del mundo. Para reconocer e incidir en estos derechos es fundamental ir más allá de lo que conocemos, hacer una ampliación del espacio epistemológico y social que nos orienta, levantar nuevos interrogantes, recuperar otras matrices culturales y otros marcos de sentido.

Todo ello nos permite – en este momento de interregno,  acercarnos a imaginarios que han estado devaluados o invisibilizados y recuperar la memoria de las múltiples  luchas históricas y actuales que son capaces de confrontar los conservadurismos de todo tipo y enriquecer nuestro horizonte de cambio.

[1] Wallerstein, Inmmanuel 2016. ¿Estancamiento secular o puede ser algo peor’? Commentary # 443. Fernando Braudel Centre.

[2] Cox, Laurence 2016. The Twilight of neoliberalism: theorising social movements in the age of Trump and Brexit.   Aarhus University. Dinamarca.

[3] Zibechi, Raúl 2016. El pensamiento crítico a la hora del colapso sistémico. Entre Pueblos Ed. Barcelona

[4] Tadei, Emilio, 2016. América Latina: entre la ofensiva neoliberal y las luchas de resistencia Popular. Documentos de discusión para el Consejo Internacional del Foro Social Mundial.

 [6] Declaración del Foro Político sobre Desarrollo en Honduras, julio 2016.

[7] Estas ideas las he expresado en un reciente artículo Los Feminismos en el laberinto de las izquierdas gobernantes en América Latina, 2016. Publicado en Rescatar la Esperanza. Entre Pueblos 2016.Bracelona

[8] Solón Pablo, 2016. Algunas Reflexiones autocriticas y propuestas sobre el proceso de cambio en Bolivia. En: América Latina Hoje. Actividad autogestionaria del FSM Quebec. Acción Educativa, IBASE, FLACSO, Intercoll

[9] Svampa, Maristella    2016. América Latina: fin de ciclo o populismo de alta intensidad. En Rescatar la Esperanza. Más allá del neoliberalismo. EP. Barcelona.

[10] Gudynas, Eduardo 2016. Los progresismos sudamericanos: Ideas y prácticas, avances y límites |En. Rescatando la Esperanza… EP. Barcelona

[11] Lander, Edgardo. 2017. Entrevista en La Diaria, Jueves 23 • Marzo • 2017

[12] Cox,  Laurence 2016. Op.cit.

[13] Segato, Rita 2016. La Guerra contra el Cuerpo de las Mujeres. Ed. Traficantes de Sueños. Madrid.

[14] Intercoll es un espacio  internacional y multicultural para los movimientos sociales y ciudadanos que pretende impulsar un nuevo  «colectivo intelectual internacional”,  recuperar el desarrollo intelectual de los movimientos, y crear  redes de investigación y educación popular vinculados a dichos movimientos.  Surge desde núcleos de participantes en los procesos del Foro Social Mundial.

[15] Butler, Judith 2016.Entrevista: Trump está liberando un odio desenfrenado. Zeit on line.

[16] Solo recordemos que el ex dictador Fujimori en Perú inauguró el Ministerio de la Mujer, colocó muchas más mujeres que cualquier otro gobierno previo en puestos de poder, se comprometió públicamente a cumplir con los compromisos de la Plataforma de Acción de Beijing. Pero, al mismo tiempo que otorgaba “derechos” a las mujeres,   vulneraba su autonomía, clientelizaba sus necesidades y ahogaba la democracia.

 

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