PDTG * Tras la victoria de Susana: Reflexiones sobre la lucha por un Perú nuevo dentro un mundo nuevo

Ya que finalmente se confirmó la victoria de Susana Villaran y la confluencia de partidos que la apoyan en las elecciones para alcaldesa de Lima, podemos tratar de sacar algunas conclusiones y presentar algunos hipótesis sobre el escenario político nacional, su reconfiguración en el proceso de elecciones locales y regionales, y sobre el proceso electoral nacional que está desarrollándose desde ya.

La victoria de Villaran es el resultado del carisma de la candidata, su mensaje progresista de “Lima para todos” y una campana desde abajo con poco presupuesto. La combinación de estos elementos sugirió una coherencia, frescura y sinceridad, que permitieron la construcción de una figura mediática y publica que logro atraer un electorado diverso buscando cambio. Además permitió un comienzo (aún moderado) de cuestionamiento de las ideas dominantes desde la dictadura Fujimorista sobre el progreso individual, las inversiones extranjeras como solución a todo, y el crecimiento económico como único criterio de bienestar, en la capital del país.

Interpretar las implicancias de la victoria de Villarán en Lima, de Santos en Cajamarca, de Cerrón en Junin, de Acurio en Cusco, y de Atkins en Piura, es difícil, ya que el contexto presenta múltiples contradicciones. Por ejemplo, en cuanto al poder de los medios. A un lado, ello ha sido enorme durante el proceso; ataques mediáticos lograron definir los términos de debate y los medios fueron el principal campo de batalla. Al otro lado, casi cuarenta por ciento del electorado en Lima (como también en otros partes del país) afirmó con su voto que ya no le creen a los medios conservadores y su mensaje de miedo que equivale cualquier reclamo de reforma, justicia social y democracia real con terrorismo, comunismo y violencia.

 

La unidad y el ser progresista en el Perú de hoy

Probablemente esto es la principal ganancia del proceso de elecciones locales y regionales, ya que evidencia que un mensaje sencillo (y quizás moderado) de cambio, de justicia social y de democracia ha ganado terreno. Algunos analistas han sugerido que este avance debe resultar en la unidad de las fuerzas progresistas en las elecciones siguientes, en base de la contradicción principal en la sociedad peruana entre los intereses de las elites y los intereses del pueblo. Algunos incluso han planteado que esta unidad debe ser liderada por Ollanta Humala, ya que sería el único candidato con posibilidad de vencer a los múltiples candidatos de derecha.

En realidad la discusión (y la sociedad) es más compleja que esta, como evidencian los análisis, acercamientos, y estrategias en los últimos meses de los distintos proyectos políticos que se autodefinen como parte del campo progresista. Entre ellos están Fuerza Social, el Partido Nacionalista del Perú, Tierra y Libertad, Alternativa para la Humanidad – APHU, el MNI, varios movimientos regionales. En consecuencia valdría la pena pensar ¿que implica ser progresista en el Perú de hoy?, y ¿cuáles son sus implicancias para la construcción de “unidad”?. Creemos que la complejidad del asunto se basa en el hecho de qué hay -por lo menos- cinco ejes programáticos que distinguen de manera relativa (es decir, no son oposiciones binarias) posiciones políticas progresistas y conservadoras:

  1. En temas socio-económicos, esto se va entre el compromiso con la redistribución de la riqueza a través del Estado, y al otro lado, la confianza en el mercado como único mecanismo regulador de la sociedad y economía.
  2. En cuanto a la relación sociedad-naturaleza, ser progresista implica el compromiso con la construcción de un modelo de desarrollo alternativo que supera el extractivismo y la explotación de los bienes comunes, mientras que conservadores no ven esta necesidad.
  3. Posiciones progresistas frente a la diversidad de pueblos y culturas en el país, plantean la necesidad de construir un Estado y una sociedad plurinacional e intercultural, que incluye el derecho de los pueblos de elegir su propio modelo de desarrollo, mientras conservadores creen en un Estado-nación fuerte y monocultural.
  4. Cuando se trata de la política de nuestros cuerpos, deseos, sexualidad y forma de ser, ser progresista tiene que ver con la construcción de un Estado laico y la defensa de la autonomía de cada persona sobre su cuerpo y decisiones, y por tanto con la lucha contra la discriminación por género, apariencia ó identidad sexual. Posiciones conservadores defienden el patriarcado y la heterosexualidad como “normales”.
  5. Finalmente, perspectivas progresistas sobre la historia de guerra interna, y el papel actual de las fuerzas represivas del Estado plantean la lucha incondicional contra la impunidad, y activamente buscan limitar el poder de las fuerzas represivas estatales. Conservadores defienden el militarismo persistente en la sociedad peruana.

Los posicionamientos en estos ejes plantean los términos de un debate programático sobre un proyecto de cambio en la sociedad, que debería ser la base de la construcción de articulaciones, y a la vez, definiera quienes no puedan entrar en ellas.

 

El quehacer político en el Perú de hoy

A la vez, existen posiciones de corte táctico, estratégico y ético que también provocan discusiones y acercamientos/distancias entre los actores mencionados. Estos tienen que ver con como entendemos el hacer político en la sociedad peruana actual, y por ende, no puedan estar desvinculados del tema de contenido. Reconocemos tres importantes ejes de discusión allí:

  1. ¿Qué organicidad requiere un proyecto político progresistas en el Perú de hoy? – Aquí algún@s plantean la necesidad de mayor coherencia entre el mensaje transformadora y democratizadora hacía afuera, y la política interna de un partido. Otr@s ven esto principalmente como un obstáculo para la eficiencia política.
  2. ¿Qué relación requiere un proyecto político progresista en el Perú de hoy con los movimientos sociales? – Aquí algún@s insisten en el rol tradicional de los partidos de dirigir y orientar a los movimientos, incorporando sus líderes en sus filas cuando será necesario por razones electorales. Otr@s propongan una relación inversa en lo cual el partido es un instrumento político de los movimientos, y responde a los mandatos y agendas que surgen desde abajo. Esto plantea la necesidad de otra organicidad que permita la participación e incidencia continua desde los movimientos en el accionar del partido.
  3. Y, finalmente, esta un debate fortísimo sobre ¿cómo asumir la política progresista y el cambio social en este momento en el Perú? – Aquí algún@s pongan el peso principal en las reformas a través de la administración de la institucionalidad estatal, para lo cual la construcción de consensos y la despolarización del debate público es necesario. Otr@s plantean que el cambio en el Perú actual requiere de unas disputas más amplias de las relaciones de poder institucionalizadas y facticos, como también de los imaginarios que la sostienen en toda la sociedad peruana. Para ello se requiere una política más integral, que incluye la administración pública, pero también la organización y movilización social, para refundar el Estado y la sociedad peruana.

Estos tres asuntos tienen implicancias fuertes para las políticas de alianza, e incluso para prioridades de acción en el periodo que viene en el Perú. Son discusiones que se dan dentro de los propios proyectos políticos, y crecientemente entre ellos también. No hay respuestas evidentes ni caminos fáciles, pero los resultados alentadores de las elecciones locales y regionales evidencian que hay un potencial de cambio a ser realizado.

Como PDTG afirmamos la necesidad de la liberación más profunda posible en los cinco ejes mencionados, ya que las distintas relaciones de dominación se fortalecen mutuamente, y tienen que ser derrotados en su conjunto. Esta tarea va mucho mas allá de las elecciones de 2011, pero ellas puedan jugar un papel en esta lucha por una sociedad radicalmente diferente. En este proceso, seguirán siendo las organizaciones y luchas sociales que van por delante, y deberían ser la base fundamental de cualquier proyecto político que genuinamente aspira construir un Peru nuevo dentro un mundo nuevo.

 

 

 

 

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